Cuando pienso en el derecho intelectual me vienen a la cabeza las millones de películas falsificadas que se venden en cada esquina, las miles de músicas en mp3 que hemos bajado de internet, los cientos de libros que descargamos… me siento culpable?
Cuando me hablan de derecho intelectual, siento que me hablan de esos miles de libros que me tientan desde la estantería de las tiendas del shopping, de sus autores que han dejado lo mejor de sus mentes brillantes en esas páginas… entonces miro sus precios y me pregunto si ese precio demasiado alto para mi bolsillo puede comprar el legado que esos hombres y mujeres han dejado a la humanidad.
Cuando pienso en mi deprimente “Universidad” tercermundista y me acuerdo de todas las veces que los profesores nos han regalado en fotocopias (violando el derecho intelectual), un pedacito de esos textos innovadores, brillantes, desafiantes de autores internacionales, que por su precio nunca si quiera podrían atreverse a pedirnos que los compremos y que nunca podremos leer completos, porque gracias a sus derechos de intelectualidad muy bien cuidados no los podremos bajar de internet. En la discriminación de esta realidad que suena a película sobre la triste y pobre realidad del tercer mundo, se me hace surrealista pensar que en otras universidades del mundo cada alumno puede tener un ejemplar completo de ese gordo y sabio libro.
Cuando la intelectualidad se cotiza en dólares, la capacidad de adquirirla en guaraníes disminuye y aumenta la cantidad de hombres con falta de intelectualidad. Con esta simple ecuación matemática se suman burros a nuestras sociedades, disminuye la riqueza del país y se fortalecen las que siempre fueron potencias comprándonos oro con espejos.
En este punto me encuentro completamente confundida, el derecho intelectual ¿a que se refiere? Me han dicho que defiende el derecho de los autores sobre sus publicaciones, creaciones, etc. Pero… ¿quién defiende mi derecho a la intelectualidad? o ¿es que la pobreza es condena inequívoca a la ignorancia?. La verdad es que la ignorancia nos mantiene pobreza y esto a alguien debe convenir.
No es que tenga el diablo metido dentro, ni es que yo sea un incentivo al delito… yo también sueño con ser escritora y vivir de eso. Si pudiera comprarme libros lo haría, si pudiera pagar el cine iría más seguido, pero no puedo y se que mucha gente más tampoco puede y ¿Quién defiende nuestros derechos a ser intelectuales como los son el primer mundo donde los libros y películas si son accesibles a sus ingresos?
Mientras la intelectualidad siga siendo demasiado cara como para que la podamos adquirir, la intelectualidad será la utopía del tercer mundo y la piratería su opio.
La intelectualidad es utopía del tercer mundo. La piratería su opio.
Written by Anahi Britez Rettori on 28 de mayo de 2010 at 10:28 a. m.
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